Crisis en Venezuela: ¿Llegó la hora de La Salida?

 

David Pérez Hansen, @perezhansen

 

Hace tres años Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma plantearon lo que se conoció como “La Salida”: un documento solicitando la renuncia de Nicolás Maduro en el que la protesta de calle y la invocación de los mecanismos constitucionales eran el norte y cuya gran movilización de partida, la del Día de la Juventud en Venezuela (12 de febrero de 2014), terminó con los hechos por los cuales hoy se encuentra condenado a cárcel el líder de Voluntad Popular.

En el camino de aquella fecha hasta estos días es mucho el deterioro que ha experimentado la calidad de vida de los venezolanos. Cientos de miles de venezolanos hoy se encuentran en decenas de países y cientos de miles más, están en preparativos o tienen  deseos de abandonar la patria hacia el incierto recorrido del destierro voluntario, pero obligado (conozco en carne propia lo que significa ese terrible juego de palabras).

Para aquel entonces me desempeñaba como Director de Prensa del Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma, quien, al igual que Leopoldo, hoy sufre los rigores de vivir privado de libertad por plantear “La Salida” y decirle a los venezolanos lo que hoy repiten los más visibles voceros de la MUD: “en la calle es la cosa”. Recuerdo como muchos tildaron de “locos” y “atorados” a López, Machado y Ledezma; cómo miraban para otros lados mientras eran víctimas de persecución y encarcelamiento y haberme preguntado ¿cuál era La Salida? También me viene a la memoria ese pensamiento recurrente entre tantos de los que hemos nacido en la tierra de Bolívar: ¿qué más tiene qué ocurrir para que la gente despierte y entiendan que vivimos en DICTADURA?

Más de mil días han transcurrido. Más y más frustraciones se acumularon, incluyendo un Referéndum Revocatorio que se deslizó mansamente por debajo de una mal llamada “mesa de diálogo” a la que acudieron corderos a servir de plato principal en el festín del lobo al que no le vieron las costuras en el disfraz de oveja, aunque la excusa ahora tenga tintes religiosos y hasta sacramentales.

Lamentarse sobre el agua derramada es un ejercicio inútil, pero hacer memoria histórica (aunque sea la más reciente de los 18 años de tragedia que nos ha tocado vivir como pueblo) es menester en la comprensión de los días que atraviesa Venezuela.

Los tiempos y las justificaciones son todo en política. Así llegó el pasado mes de marzo y una sentencia más de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. La diferencia: esta era “La Sentencia” y el tiempo, el indicado para tratar de recobrar el espíritu de calle de una población defraudada por ese mismo liderazgo que la volvía a llamar, ahora en defensa de la Democracia ante el Golpe de Estado del poder judicial. La Dictadura no era nueva, pero el momento de gritarlo a los 4 vientos estaba servido y ni la rectificación de los magistrados chavistas a petición del  burdo opresor hijo del difunto charlatán de boina roja (heredero y padre de la dictadura respectivamente), podía parar un movimiento cuya inspiración tiene mucho más de hambre, arrechera desenfrenada, de pueblo burlado y gente desesperada ante la falta de opciones, que de dirigencia opositora o discursos enardecidos de esos mismos líderes que se prestaron para sepultar las aspiraciones de los que ahora luchan en pueblos y ciudades de Venezuela.

Tras mes y medio de manifestaciones, al momento de esta publicación, el número de muertos supera las cuarenta personas, de acuerdo al Observatorio Venezolano de conflictividad social, y no se ven soluciones, al menos en corto plazo. El discurso político habla de resistencia y el acompañamiento de los líderes en la primera línea de las protestas, muestra la coherencia y unidad que tanto se le ha reclamado a los factores de oposición venezolanos.

Pero que nadie se llame a engaños: Nicolás Maduro encabeza una banda de delincuentes, una narco dictadura que se sustenta en los fusiles de hombres y mujeres de uniforme, comandados por vulgares hampones que amasan impensables fortunas mediante el control de las rutas de drogas a lo largo y ancho del país. No tratándose de un gobierno, sino de un cártel, la represión desmedida y brutal actuación de la Guardia Nacional Bolivariana y los cuerpos policiales encajan en el escenario. Los capos no se entregan. Utilizan toda la violencia de la que disponen y hacen hasta lo imposible para no perder el poder, pues las opciones a posteriori implican la cárcel o la muerte. Por eso los colectivos, el paramilitarismo puro y burdo del que se valen quienes demuestran su más absoluto desprecio por la vida ajena. La idea de imponer el miedo, sin importar cuántos más tengan que caer, es parte de la receta cubana que siguió al pie de la letra el inefable Hugo Chávez y que ahora reproduce ese títere de los Castro que lleva a Venezuela directamente al despeñadero.

Nicolás Maduro no tiene ni carisma, ni talento para disimular su condición de dictadorzuelo tropical. Es una caricatura inacabada de tirano que me empeño en comparar con Bashar Al Assad por su victimización reiterada y peor aún, porque no dudo que si tiene la oportunidad de matar a miles como el protegido de Putin, este otro hijo que tiene en Suramérica lo hará sin miramientos y con el aplauso de las focas de verde que componen el Alto Mando Militar.

¿Panorama sombrío? Sí.

Sostengo que peor a la falta de esperanza, es la esperanza ingenua y me niego a militar en ese ejercicio de optimismo masificado que parece más un encuentro de autoayuda, que un análisis real de los tiempos que corren en Venezuela. Otra cosa es el fatalismo que desmoviliza. Por eso el papel de los jóvenes y su rebeldía, la que trasciende la retórica política y se enfrenta a bombas y balas con el sueño de lo posible y la negación permanente de las trabas que nos imponemos con el paso de los años. Es la sangre de esos muchachos la que se ha derramado, la sangre de los que podrían ser nuestros niños y que para otros son burdos títeres a los que se les debe cortar la cuerda.

No quiero militar en el periodismo profético y mucho menos escribir con una bola de cristal en la mesa. Son tantas las desilusiones. Como si fuera ayer, ya se cumplen 10 años del cierre de RCTV y, como si fuera ayer, escuchamos que al “régimen le queda poco”. Ojalá sea así. Me preguntaba Jaime Bayly que si era optimista e insistía en conducirme a ello. Le contesté que veo acciones en el camino correcto, pero me rehuso a tocar trompetas propagandistas.

Me niego a ver a la distancia la muerte de más venezolanos que luchan por su libertad, pero creo es que inevitable. Las manipulaciones deben ser rechazadas vengan de quienes vengan sin caer en el simplismo de aplaudir en unos lo que criticamos en otros, pues en ambos extremos el fin justifica los medios y en medio están los de siempre.

Extirpar el cáncer que ha significado el chavismo en Venezuela pasa por “La Salida”, pero la salida de los egos, de las agendas personalistas, de la ansiedad por correr a la taquilla con el ticket ganador. Es menester entender la magnitud del mal que se ha propagado durante 18 años con múltiples ramificaciones, ausencia absoluta de escrúpulos para hacer lo que haga falta con tal de mantener el poder, de no perder la gallinita de los huevos de oro, evitar el demoledor paso de la historia y el estercolero de los tiempos, que es a donde están destinados los narco asesinos de hoy, los hijos de Chávez, los ladrones de la riqueza venezolana, los enemigos de los muchachos que sueñan…, esos mismos que representarán la pesadilla de los canallas y señalarán el rumbo a seguir con sus dedos irreverentes.

Amén.

 

 

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