El “Dream Act” nuevamente se posterga en el Congreso.

EFE- El “Dream Act” fracasó en el Senado debido a luchas sectarias, antes de que siquiera comenzara su debate, pero sigue siendo una medida en la que todos ganan y los políticos no deberían utilizarlo como arma electoral.

Con 56 votos a favor y 43 en contra, los demócratas no reunieron los 60 votos necesarios para impedir tácticas obstruccionistas de sus detractores y proseguir al debate.

Los republicanos dijeron que el “Dream Act” es una “amnistía” inmerecida y esta vez, tacharon de inadecuada su inclusión en una medida de gastos de defensa para 2011.

Al final de cuentas, ni la campaña nacional a favor del “Dream Act”, ni la recogida de 65.000 firmas -una por cada estudiante indocumentado que, según estadísticas, se gradua de la secundaria en EEUU cada año- pudieron con la oposición.

Así las cosas, el voto de hoy demostró una vez más que en EEUU se vive un clima hostil para medidas que propongan la legalización de parte o toda la población indocumentada.

Presentado originalmente en 2001, el “Dream Act” permitiría la legalización de estudiantes indocumentados que hayan entrado a EEUU antes de los 16 años, tengan al menos 5 de estancia en el país, no tengan antecedentes criminales, se hayan graduado de secundaria o su equivalente, y completen al menos dos años en la universidad o presten servicio militar.

La medida fracasó también en 2007 en el Senado, aunque en aquella ocasión tuvo el apoyo de una decena de republicanos. Ahora los senadores republicanos John McCain y Orrin Hatch, otrora partidarios de la medida, se opusieron.   Los republicanos, presionados por grupos anti-reforma en sus distritos, huyen de medidas que no sean reforzar la seguridad fronteriza.

Los demócratas, en deuda con los votantes latinos, insisten en que su empujón del “Dream Act” no tiene fines electoralistas porque “es una cuestión de justicia”.

Pero la reforma migratoria fue una promesa electoral del presidente Barack Obama en 2008 y, ante el clima político actual de cara a los comicios del 2 de noviembre, los legisladores apostaban a que el “Dream Act” fuese una especie de “prima” para una eventual reforma.

La estrategia de los demócratas fracasó y no está claro cuándo la mayoría tendrá otra ventana de oportunidad para someter a votación el “Dream Act”: para los próximos diez días está pendiente la aprobación de fondos para mantener en funciones al Gobierno federal más allá del 30 de septiembre y otras medidas.

Después, cada legislador regresa a su distrito a hacer campaña.

Los estudiantes indocumentados no tuvieron voz ni voto cuando sus padres los trasladaron a un país con un idioma y costumbres distintos, muchos se sienten más “americanos” y dominan más el inglés que su lengua natal. Pero ahora pagan las consecuencias.

El “Dream Act” corregiría esa situación porque estos jóvenes tendrían que completar al menos dos años de educación universitaria o alistarse en el Ejército para legalizarse en el país.

La legislación, según sus defensores, es cuestión de sentido común porque con el dinero de los contribuyentes, los gobiernos estatales ya han invertido cuantiosas sumas de dinero en la educación de estos jóvenes, desde la primaria hasta la secundaria.

Con la negativa de hoy, la mayor economía del mundo, construida en parte con la mano de obra extranjera, se estará privando del talento de futuros médicos, empresarios, científicos y demás profesionales.

“Esto es algo muy importante. Yo quiero contribuir a este país y ya he demostrado que puedo hacerlo”, dijo a Efe Ruth Luna, una joven de 22 años que emigró de Aguascalientes (México) a los 5 años y en junio se graduó en Matemáticas y Educación de la Universidad de California en Los Ángeles, gracias a becas privadas y dinero de su propio bolsillo.

Luna quiere ser maestra y ha vivido en carne propia lo que significa estudiar “sin papeles”: “a veces me quedaba sin dinero para el pasaje de autobús y me quedaba dormida en la biblioteca”, recuerda, a manera de ejemplo.

Al igual que en otros años, el tema de inmigración es un asunto volátil que asusta a líderes en ambos partidos.

Los demócratas han prometido dar la batalla “en noviembre o diciembre” pero, primero, tendrán que superar el susto que les traigan los comicios de noviembre.

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